Tratamientos de semilla

Los humanos y nuestra búsqueda continua… parece que siempre necesitamos un punto de partida y una meta. No contentos con ello seguimos preguntándonos sobre un “más allá.” Y hasta el más escéptico trata de encontrar sentido a la nada.

Supongo que parte de nuestros problemas es que, a diferencia de otros organismos vivientes, nos negamos a comprender los ciclos. Un ciclo es una circunferencia, sin principio ni final, pero con una longitud determinada, y he aquí la base del dilema.

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Quizás no es tan importante fijar un inicio, como ser conscientes de que cualquier logro comienza con la enésima vuelta al mismo problema, y por tanto a su solución; con un poco de suerte, mejorada. Veámoslo.

Piensen en una semilla, por ejemplo. Un conjunto de proteínas, grasas, vitaminas y otras sustancias almacenadas en una cápsula perfecta, todavía desconocida en muchos aspectos. En nuestro empeño en desarrollar el rendimiento y la calidad del cultivo, intentamos echarle una mano a la naturaleza con sofisticados tratamientos. ¿Un concepto moderno? No lo crean. Es solamente otro ciclo.

Los primeros tratamientos documentados se remontan a las civilizaciones egipcias griegas y romanas, hace aproximadamente 2,000 años, quienes utilizaban savia de cebolla o de ciprés.
En la Edad Media se empleaban sales cloradas e incluso estiércol líquido (no me pregunten cómo se les ocurrió esto).

Durante el Renacimiento se popularizó el uso de agua salada, pero no fue hasta el s.XVIII que se introdujo el uso de sales de cobre, arsénico (sí, el famoso veneno) y los tratamientos con agua caliente.

A principios del s.XIX se prohibió el uso de arsénico (afortunadamente para las generaciones venideras).

En el s.XX se introdujeron los compuestos de mercurio y el primer fungicida sistémico; se prohibió el uso de compuestos a base de mercurio en Europa Occidental, y finalmente en los ’90 se lanzaron los nuevos tratamientos fungicidas e insecticidas.

Pero el verdadero avance en la evolución de los tratamientos de semillas, según la Federación Internacional de Semillas (ISF) fue el paso de la utilización de productos meramente esterilizantes a los de acción integral, desarrollados por primera vez en 1960.

El concepto de protección del ambiente relativo a semillas tratadas tampoco es nuevo, aunque nunca antes había sido una prioridad para la industria. En la actualidad, los productos empleados para el tratamiento de semillas siguen estando enfocados, por supuesto, a mejorar vigor y control de plagas y enfermedades, pero su acción debe ir encaminada a fomentar la seguridad de los operarios y la armonía medioambiental.

De nuevo, esto no se queda aquí. Los tratamientos actuales incluyen, no sólo el curado o la adición de sustancias que confieren resistencia a la planta, sino la protección física para adecuar la forma de la semilla al manejo posterior, entre otras funciones.

¿Por qué les interesa esto a ustedes? Obviamente, por las propiedades que los tratamientos confieren a la semilla y posteriormente a la planta. Pero, además, porque tanto los procesos como las sustancias empleadas son muy complejos, y por tanto costosos.

No cabe duda de que las ventajas obtenidas les compensarán por la inversión realizada. Pero después de todo, ustedes son los que pagan y tienen derecho a saber qué es lo que están adquiriendo.

No duden en preguntar a su proveedores sobre las características concretas de los tratamientos aplicados a sus semillas (preguntar es gratis, casi siempre).

Y ya de paso, pregúntenles también qué fue primero – el fruto o la semilla. Si no les responden, yo se lo cuento.

Reho es la Editora del Grupo Horticultura de Meister Media Worldwide