Los agricultores tienen el conocimiento para resolver sus problemas con mayor eficacia

Foto cortesia de iStockphoto.

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En apenas 12 años la agricultura brasileña duplicó su producción de granos, pasando de 58 a 122 millones de toneladas al año; adicionalmente, obtuvo significativos incrementos en la producción y exportación de otros importantes rubros agrícolas y pecuarios.

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Sin anuncios ni celebraciones, la agricultura asumió el papel de locomotora de la economía brasileña y está dando una enorme ayuda a la solución de los problemas nacionales. Y dicho sea de paso, esto ocurrió gracias a la iniciativa y al esfuerzo de los propios agricultores, quienes conquistaron este éxito con mínima ayuda gubernamental.

En esos mismos 12 años los gobiernos no formularon macropolíticas de apoyo al desarrollo de la agricultura; no hicieron grandes inversiones en infraestructuras de caminos, puertos y almacenaje; no instituyeron el deseado seguro agrícola, y redujeron el monto del crédito rural oficial. Privatizaron las carreteras e instituyeron peajes que aumentaron los costos de producción y distribución de los alimentos. No concedieron subsidios a sus productores, tampoco adoptaron importantes medidas arancelarias de protección contra la importación de productos agrícolas del extranjero.

En dicho período. algo similar ocurrió en el ámbito externo: el FMI, la OMC y el Banco Mundial no cambiaron sus políticas con relación al agro; los precios de nuestros productos de exportación no siempre fueron favorables, los países ricos continuaron subsidiando fuertemente a sus productores e imponiendo crecientes restricciones, arancelarias y no arancelarias, a la importación de nuestros productos exportables.

En resumen, en esos 12 años no fue adoptada — ni interna ni externamente — ninguna de las medidas clásicas que proponían y siguen proponiendo muchos expertos en desarrollo agrícola y lideres gremiales. Y a pesar de todas estas adversidades, reales o imaginarias, la producción se duplicó.

Paradoja de desarrollo
Esta contradicción entre inacción de los gobiernos y éxito de la agricultura es tan sorprendente e importante que no puede ser ignorada, ni siquiera subestimada; denuncia que en muchos casos las antiguas recetas de apoyo al agro y las frondosas burocracias públicas encargadas de ejecutarlas fueron un gigantesco derroche de recursos y un rotundo fracaso. Mientras éstas estuvieron vigentes, en vez de estimular iniciativas de los agricultores y promover desarrollo del agro, produjeron un efecto contrario.

Esta paradoja exige que hagamos un serio cuestionamiento a las propuestas convencionales de desarrollo agrícola. Esta contradicción demuestra que estaban equivocados, tanto los que reivindicaban como los que formulaban ciertas políticas de apoyo al agro; éstas en muchos casos ayudaron mucho más a alimentar un Estado autofágico que a solucionar los problemas de los agricultores y de la agricultura.

Dicha contradicción también nos impone la siguiente pregunta: ¿a qué se debió la duplicación de la producción agrícola aquí descrita, si los gobiernos — por acción o por omisión — hicieron exactamente lo contrario de lo que proponían los “expertos” y “líderes” rurales?

Se debió principalmente, al siguiente factor: una minoría de agricultores, más lúcida y progresista, se cansó de las reivindicaciones utópicas de sus propios líderes gremiales, de las propuestas no factibles formuladas por seudoexpertos en desarrollo agrícola y de la ineficiencia del aparato estatal.

Agricultores como líderes de innovación
Esta minoría, que seguramente no llega al 10% de los productores rurales. fue la que en gran parte, contribuyó a la duplicación recién mencionada. Esta minoría decidió ignorar la retórica populista/demagógica/paternalista y tomar, en sus propias manos, la corrección de las ineficiencias del negocio agrícola, haciéndolo dentro de sus fincas y en muchos casos organizándose para hacerlo fuera de sus tranqueras.

Los agricultores que protagonizaron esta revolución productiva han sido merecidamente premiados con un gran éxito económico; no porque las políticas hayan sido favorables o porque los gobiernos hayan sido generosos en la inyección de recursos a la agricultura, sino sencillamente, porque ellos se han vuelto más eficientes. Sin embargo, aún no podemos entusiasmarnos con este éxito, porque es muy parcial y excluyente.

Es parcial porque estos agricultores que ya han alcanzado una mayor eficiencia, aún pueden volverse mucho más eficientes y, consecuentemente, mucho más exitosos en el negocio agrícola. Para ello tendrán que ejecutar una segunda etapa de innovaciones, cuya adopción, a ejemplo de lo que ocurrió en la etapa anterior, también depende mucho más de ellos mismos que de sus respectivos gobiernos.

En esta segunda etapa necesitarán incrementar aún más sus rendimientos por hectárea y por animal, diversificar su producción para disminuir la dependencia del crédito rural y para evitar riesgos innecesarios, reducir pérdidas durante y después de la cosecha, mejorar la calidad de sus productos e incorporarles valor, racionalizar la administración de sus fincas para eliminar sobredimensionamientos y ociosidades en ellas existentes y, especialmente, corregir los errores que ellos mismos siguen cometiendo en la adquisición de los insumos y en la comercialización de sus cosechas.

Si ellos ejecutan esta segunda etapa, alcanzarán la denominada eficiencia total o integral, que es el único pasaporte realmente seguro para tener rentabilidad y competitividad; los que lo hagan tendrán creciente éxito económico en la agricultura, y poco los afectará lo que hagan o dejen de hacer los gobiernos de los países ricos, los organismos internacionales o los gobiernos de su propio país.

Es excluyente porque desdichadamente el otro 90% de los productores, mucho más por falta de conocimientos que de decisiones políticas, sigue siendo víctima de anacrónicos “expertos” y “líderes” rurales, quienes siguen ilusionándolos con obsoletas, utópicas e ineficaces ayudas paternalistas; y manteniendo dicha mayoría en el círculo vicioso de la ineficiencia, de la dependencia y de la pobreza rural.

Educación generacional
Dichos “expertos y líderes” siguen proponiendo que los agricultores mendiguen créditos, subsidios y proteccionismo, en vez de recomendarles que exijan de sus gobiernos una educación rural de calidad, que les enseñe a ellos y a sus hijos, los conocimientos útiles, las aptitudes y las actitudes que necesitan adquirir para que ellos también puedan hacer algo similar a lo que ya hicieron los agricultores innovadores; y a través de esta vía realista, se vuelvan menos dependientes de un Estado que, seamos realistas, está cada vez más debilitado, empobrecido e inoperante.

Para concluir, la siguiente reflexión: proporcionar a los agricultores los conocimientos necesarios para que ellos mismos puedan resolver sus problemas es la solución de mayor eficacia, menor costo y mayor perdurabilidad en el tiempo. Ésta es la solución más realista; y en las actuales circunstancias de gobiernos debilitados y empobrecidos, es el único camino posible para que el desarrollo rural con equidad deje de ser un simple enunciado de buenas intenciones y pase a ser una realidad concreta.

 

 

Artículo por Polan Lacki.