Demanda de sandías sin semillas

En el proceso de preparación de nuestros informes sobre mercados y tendencias de consumo para orientarles a ustedes, los productores y comercializadores de hortalizas, nos encontramos a menudo con hechos interesantes y en ocasiones sorprendentes.

En el caso de la sandía, uno de los cultivos objeto de nuestro estudio, los datos curiosos abundan. Por ejemplo, aunque el peso considerado normal varía entre 2 y 17 kilos, dependiendo del tipo, el Libro Guinness de los Récords reporta que la sandía más grande producida en el mundo pesó unos 120 kilos y fue cultivada por un productor de Tennessee, Estados Unidos, en 1990.

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La sandía es cultivada comercialmente en muchas regiones del mundo, en unos 92 países, siendo los principales productores, China, Irán, Turquía, Brasil, Estados Unidos, Egipto, Argelia, México, Korea y España [FAO 2009].

Existen unos 1,200 tipos de sandía (Citrullus lanatus) e innumerables variedades de este cultivo cuyo fruto es 92% agua y el resto es practicamente azúcar.

La diversidad en las formas de consumo es amplia, pudiendo formar parte de botanas, ensaladas, platillos principales, postres, bebidas, encurtidos y confitados. De hecho, todas las partes del fruto son comestibles — desde la cáscara, que se consume escarchada, hasta las semillas tostadas o molidas como harina; aunque por supuesto, es la pulpa la que cuenta con mayor aceptación.

El fruto se caracteriza por su interior de color rojo rosado, con semillas negras, pero existen tambien variedades con pulpa amarilla. Con respecto a la cáscara, la gama es diversa — desde un sinfín de tonos verdes y patrones caprichosos a las de color negro sólido.

Entre todos los tipos y variedades, en la última década ha proliferado la producción y consumo de sandías sin semillas, cuyo primer intento exitoso de producción fue reportado en 1939.

Entre las preferencias de producción y consumo más singulares, destaca la diversidad y cambio en tamaños, no sólo entre los países y culturas, sino a través de los años.

Ya sea por los cambios en la unidad familiar, o en los diferentes estilos de vida, patrones de compra y poder adquisitivo, lo cierto es que la clase con mayor crecimiento en los últimos años ha sido la sandía personal o minisandía.

Está claro que los caprichos del consumidor nunca dejarán de sorprendernos, pero si analizamos el precio de venta al público de una sandía tradicional frente a una personal, encontramos que la diferencia es notable. Por ejemplo, el consumidor estadounidense paga unos 4 dólares por una sandía tradicional de 15 libras, y unos 3 dólares por una personal de 2 a 3 libras.

En otras palabras, se paga cuatro veces más (en dólares por libra) por una minisandía que por una tradicional.

Por mostrar un caso extremo, o extravagante si prefieren, algunos consumidores en Japón adquieren sandías cuadradas (cultivadas mediante un proceso especial para desarrollar esta forma) por las que llegan a pagar hasta 85 dólares. Esto es más de 5 dólares por libra, o 20 veces más de lo que pagarían por una sandía tradicional.

En vista de estos casos, me pregunto, si el consumidor paga mucho más por menos cantidad, o por una cantidad similar de producto con una forma diferente, suponiendo que no haya diferencias de sabor ni de otro rasgo de calidad ¿a qué categoría se imputa tal diferencia en precio? Podemos llamarle comodidad, espacio extra en el refrigerador, menos desperdicio, e incluso estética, pero en realidad, el consumidor está pagando por el espacio vacío en torno al fruto.

De alguna manera, los expertos comercializadores han puesto precio a la nada y la están vendiendo.

Reho es la Editora del Grupo Horticultura de Meister Media Worldwide