La calidad poscosecha se diseña en la oficina

Polãtica y calidad

Me parece interesante escuchar opiniones sobre lo que se debe realizar y lo que no se debe ejecutar para reducir la pobreza y el hambre en el mundo… para mejorar la calidad de vida, para mejorar la calidad de los alimentos, de las hortalizas.

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En estos meses me he sentado con un grupo de profesionales de diferentes regiones del mundo, quienes colaboran con un esfuerzo respaldado por varias de las organizaciones de las Naciones Unidas y el Banco Mundial.

El objetivo principal es realizar una evaluación de la investigación y tecnología en la agricultura, de modo que pueda servir como herramienta para toma de decisiones dirigidas a reducir pobreza y hambre en los próximos 50 años (pueden obtener más información en la página de Internet www.agassessment.org).

Antes de reflexionar sobre el tema de calidad en esta columna, quisiera destacar que en lo particular me preocupa que algunos investigadores en el mundo (en áreas diversas de las ciencias naturales, económicas y sociales) tomen un bando parcializado en contra de la famosa Revolución Verde.

En realidad, sigo sin entender cómo algunos creen en una solución sin agroquímicos para los problemas que aquejan el mundo ¿Surgirá el pequeño agricultor sin el uso de agroquímicos?

La respuesta que he recibido en pasillos es que esto no se logrará con un cambio drástico, sino que es posible con un período de transición… pero aún así ¡sigo sin entenderlo!

 

 Sostenibilidad de conveniencia

No me imagino al mundo entero haciendo esto, al menos en los próximos 50 años. Obviamente, que sí visualizo un aumento de productos orgánicos – productos “amigables” con la naturaleza, y producidos con pocos insumos – en el mercado, pero solamente hasta el punto que lo permitan los consumidores que están en capacidad y disponibilidad de comprarlos.

Claro está, percibo todo esto tal y como ha sido hasta la actualidad, con una gran mayoría de esta “producción sostenible” surgiendo como resultado de un potencial aumento de las ganancias, más que por una exclusiva concienciación hacia la protección del medioambiente.

Uno de los puntos que se debaten como posible resultado de toma de decisiones de gobiernos, está directamente asociado con la calidad nutricional y microbiana de los productos agrícolas. Salta la pregunta de si la calidad mejorará solamente a través del proceso natural de negociación comprador-vendedor, en parte influido por lo que solicita el mercado.

La realidad es que esta situación ya inició, sobre todo en países donde la regulación estatal no es forzada, en muchos casos con programas bastantes estrictos.

Pero ¿cuáles serían las implicaciones de políticas de corte económico y de desarrollo en la calidad de hortalizas, y cómo altera esto la pobreza y la hambruna?

Uno pensaría que la imposición de ciertas regulaciones va a poner el panorama de competir más difícil para pequeños productores, sobre todo para aquellos con poco respaldo técnico. Además se afectaría a algunos en situaciones particulares: ¿Se regularía estrictamente el producir cerca de un bosque? ¿se regularía el producir cerca de un lugar donde se cría ganado?

 

Política y calidad

Se podrían enumerar una serie de ejemplos que ilustran cómo las políticas administrativas pueden afectar la calidad de las hortalizas, independientemente de lo que mande el consumidor…

• Uso de la tierra en sitios claves, tales como ríos y canales de irrigación. La calidad del agua es considerada el punto más importante para producir hortalizas seguras para la alimentación, y bien puede suceder que malas políticas administrativas incidan en un empeoramiento de las condiciones higiénicas del recurso hídrico. Más aún, en casos donde el agua es de mala calidad, es posible que solamente aquellos productores con solvencia pudieran implementar un sistema de desinfección.

• Políticas que estimulan el consumo de hortalizas. Un caso muy particular sería el de eliminar algunos alimentos de los comedores escolares y reemplazarlos con frutas y hortalizas. De esta forma se estaría invirtiendo en atraer consumidores en el largo plazo. Esto ya se está intentando en varias regiones del mundo y se espera que en un futuro estos consumidores sean más exigentes con la calidad.

• Políticas para desestimular el consumo de comida chatarra que compite con hortalizas. Quizás lo que se ha mencionado en algunos países sobre imponer un impuesto a alimentos que no tengan ningún valor nutritivo (y al contrario proveen exceso de calorías), no vaya a ser una realidad, debido a las implicaciones legales/comerciales que tiene. Sin embargo, sí podría ser posible que en el futuro, los “alimentos chatarra” que compiten con frutas y hortalizas sean etiquetados con alguna indicación que demuestre el riesgo en la salud de consumir altas cantidades de dichos productos.

Algo así podría ayudar a mejorar la calidad de toda una sociedad, y consecuentemente permitir mejores condiciones para que el productor entregue mejor calidad.

• No toda política que aumenta la calidad de vida va en beneficio de la calidad de las hortalizas. Un caso muy particular, que ya se está observando en algunos países de la Unión Europea, es la reglamentacion relativa al no procesamiento de hortalizas frescas a una temperatura inferior a 10 grados centígrados.

Esta práctica, eventualmente reduce la vida de anaquel, poniendo en desventaja a las hortalizas afectadas por dichas reglas, si se compara con las de otros países donde las hortalizas se procesan a una temperatura tan baja como dos grados centígrados.

Los ejemplos son muchos… las políticas económicas y de desarrollo dirigidas a reducir pobreza y mejorar calidad de vida pueden afectar de una u otra forma la calidad de hortalizas.