Orientación en tomate

 

El crecimiento y desarrollo del cultivo de tomate puede definirse en cinco fases a través de la vida de la planta.
 
Cada fase de desarrollo requiere que el productor realice mediciones y evalúe las plantas semanalmente de manera que pueda tomar medidas para orientar las plantas hacia su máxima salud, vigor, equilibrio y productividad.
 
 

Tome el control en cada fase

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Las mediciones de la planta sirven para reforzar la intuición del productor en relación a la condición del cultivo y la dirección (vegetativa o generativa) hacia la cual se desarrolla. Dichas mediciones cambian las perspectivas hacia el cultivo, de un “sentimiento” a cifras que pueden ser analizadas y utilizadas para el propósito de orientar las plantas. Además, permitirán al productor tener una visión más objetiva de las tendencias en el crecimiento del cultivo, lo cual siempre conduce a decisiones que resultan en una producción más alta y en frutos de mejor calidad.
 
 
La lectura de las plantas y el manejo de las cinco fases del desarrollo ayudarán al productor a manejar el cultivo y tomar control de la producción y la calidad. Los parámetros por los cuales se deben juzgar las plantas son siempre predeterminados antes de plantar el cultivo.
 
 
Durante la producción del cultivo, los riesgos se evalúan en función de estos parámetros predeterminados y pueden emprenderse acciones en cuanto a irrigación, clima, mano de obra, y manejo de energía. La clave está en definir los límites aceptables para la planta, evaluando el riesgo y siendo decidido y proactivo.
 
 

Fase I: Propagación de plántulas

La primera fase del ciclo de producción comienza durante la propagación. Deben establecerse estrategias predeterminadas para injerto o producción propia de plántulas. Si usted ha decidido crear dos tallos en los trasplantes injertados, asegúrese de injertar por debajo de los cotiledones tanto en la variedad como en el patrón o portainjertos, de manera que los dos tallos sean del mismo tamaño. A continuación, planee el espaciado posterior a la emergencia o al injerto.
 
 
Cuando las plantas sean retiradas de la cámara de propagación, deben espaciarse inicialmente a 25 plantas/m2 durante cinco días y posteriormente a 16 plantas/m2, de manera que se minimice la competencia por espacio y luz, y estas plantas puedan crecer fuertes y vigorosas. A medida que las plantas crecen, continúe incrementando el valor de Conductividad Eléctrica (CE) en el sustrato de propagación para incorporar vigor y fortaleza, así como prevenir el alargamiento de las plántulas El espaciado de las plántulas permitirá retrasar la introducción de éstas en el sustrato de crecimiento hasta que haya aproximadamente 5 ó 6 buenas raíces fuertes visibles.
 
 

Fase II: Desarrollo de raíces

La segunda fase comienza cuando se ponen las nuevas plantas en el sustrato para permitirles que desarrollen sus raíces. La planificación durante esta fase permite al productor predeterminar la CE utilizada para la saturación inicial del sustrato en armonía con la CE objetivo conseguido durante la fase de propagación. La CE en el sustrato debe estar entre 1.0 y 1.5 mS menos que la CE en el medio de propagación. Una CE alta en el medio de propagación mantendrá vigor y fortaleza en la planta y conservará a las plantas jóvenes bajas y compactas.
 
 
Cuando se introducen las plántulas en el sustrato de crecimiento, las raíces se desarrollan inmediatamente en búsqueda de alimento. El objetivo clave en la segunda fase es un enraizado rápido y consistente. Una vez que las plantas hayan dado muestras de haber enraizado (4 ó 5 días después de haberlas plantado), es hora de crear los orificios de drenaje en el punto más bajo de la bolsa del sustrato. Si se practican los orificios demasiado pronto, esto ocasionará que el sustrato se drene más rápido que lo que las raíces puedan penetrar en el sustrato.
 
 

Fase III: Primer fruto visible

La tercera fase del desarrollo de la planta abarca desde el enraizado hasta que el primer fruto (del tamaño de un chícharo) es visible en el cuarto racimo. El objetivo es conseguir la velocidad de desarrollo de la planta y la floración mientras al mismo tiempo se logra el equilibrio vegetativo y generativo de la planta. Si se marca como objetivo un mínimo de 2 mL/J de luz por metro cuadrado al día en volumen de irrigación, la velocidad de floración y por tanto de desarrollo de fruto, serán optimizados.
 
 
El plan consiste además en generar tallos del mismo tamaño y ritmo de desarrollo. Un pequeño volumen de enraizamiento y volumen de irrigación inadecuada demoran el desarrollo de la planta. Debe tenerse en cuenta la hora de inicio y detención del programa de irrigación y demorar siempre el primer riego del día hasta que las plantas estén activas para evitar una presión radicular innecesaria. Las plantas son pequeñas y no requieren mucha agua.
 
 
Sin embargo, el productor debe controlar y mantener la CE y el pH en el sustrato mientras reduce al mismo tiempo el contenido de agua del sustrato para lograr una acción generativa. Los riesgos principales en esta fase están relacionados con desarrollo de flores demasiado lento y crecimiento desigual de los tallos.
 
 

 

 
 
 
 

 

Fase IV: Crecimiento dinámico

La cuarta fase es la de crecimiento más dinámico y ocurre desde la apertura de flores en el quinto racimo hasta la primera cosecha; normalmente coincide con la polinización y cuajado de fruto del séptimo racimo.
 
 
Se necesitará un programa de alimentación con una relación más alta K:N para crear frutos de buena calidad e imponer el equilibrio en las plantas. Como la planta está aún fuera de equilibrio durante esta fase (p.ej. hay más vegetación que frutos) debe mantenerse una CE más alta en el sustrato para evitar frutos agrietados y pudrición apical; ambos síntomas de un ritmo de crecimiento de fruto incontrolado resultante de unas plantas demasiado vegetativas.
El equilibrio entre la carga de frutos y el crecimiento de las hojas puede ser controlado eliminando la hoja más joven en la cabeza de la planta y eliminando hojas en el fondo para exponer los dos primeros racimos de frutos. Si las plantas son demasiado fuertes (p.ej. diámetro del tallo superior a 20 mm) deben mantenerse uno o dos frutos extra en el primer y segundo racimos.
 
 
Durante esta fase, el productor debe generar tallos extra en el cultivo (agregar de 15 a 20% tallos más) para incrementar la producción y para el control de clima y el desarrollo de la planta. Los tallos adicionales no requerirán riego adicional, ya que el agua aplicada es más que suficiente; pero estos tallos extra permitirán al productor tener un mayor control sobre las estrategias de riego y de clima, resultando en mayor cantidad de frutos de mejor calidad.
 
De nuevo, retrasar el inicio de la primera sesión de riego del día hasta que las plantas estén activas.
 
 

Fase V: Cosecha de calidad

El mayor riesgo durante la quinta fase, desde el momento de la primera cosecha hasta el final del ciclo de cultivo, consiste en tener una planta desequilibrada. En consecuencia, durante las fases cuatro y cinco, el productor trabajará para crear el equilibrio.
 
 
La Herrumbre o microagrietamiento, el Agrietamiento del fruto y la Pudrición apical (extremo floral) en el fruto, son síntomas relacionados con una estrategia de riego deficiente, rápido ritmo de crecimiento de fruto y una fortaleza incontrolada de la planta.
 
 
Debe controlarse lentamente la Humedad Relativa (HR) por la mañana para evitar condensación en el fruto, ya que esto también contribuye a la Herrumbre. Cambios drásticos en el Déficit de Presión de Vapor (DPV) provocan Pudrición apical. Debe aplicarse un mínimo de 2 mL/J de luz por metro cuadrado al día y un máximo de 2.5 a 2.8 mL/J/m2 durante días luminosos con baja humedad. Si por la tarde las cabezas de la planta se ven oscuras, esto indica que ha sido aplicada una cantidad de agua incorrecta. Si hay CO2 disponible en el invernadero, éste puede usarse para orientar las plantas en una dirección generativa. A medida que la carga de fruto aumenta, la cantidad de calcio también debe incrementarse para satisfacer la creciente demanda del fruto.
 
 
Las plantas necesitan orientación para mantener su equilibrio, y esto se logra mediante manejo de clima, riego y mano de obra en el cultivo. Una planta equilibrada, medida en el punto más ancho de su tallo por debajo de un racimo con al menos una flor abierta, tendrá un diámetro de 10 al 15 mm, y el racimo con flores estará ubicado de 15 a 20 cm de la cabeza o parte superior de la planta.
 
 
A medida que las plantas se vuelven demasiado generativas, la distancia del racimo floral y el diámetro del tallo decrecerán. Durante esta fase de crecimiento y mantenimiento, el mayor riesgo es utilizar una estrategia de riego que no esté coordinada con la cantidad de luz disponible.
 
 
Los productores que siguen un plan bien diseñado antes de iniciar la temporada de cultivo, experimentan menos estrés y más producción de mejor calidad. Recuerden, deben planificar su trabajo creando parámetros predeterminados para la planta y luego seguir el plan.
 
 

Douglas Marlow es propietario de DHM Consulting. Más información sobre este artículo en [email protected]