Honduras responde a alerta de sus melónes cantaloupes

A finales de marzo, la Administración de Fármacos y Alimentos de EUA (FDA) emitió una alerta de importación con respecto a la entrada de melón cantaloupe de una importante operación productora hondureña, ante la sospecha de asociación con un brote de Salmonela Litchfield en EUA y Canadá.

No voy a citar el nombre de la operación porque la noticia se ha extendido más rápido que la propia enfermedad, con efectos casi tan nocivos, al menos para los productores y trabajadores de la industria de melón hondureña. Por otra parte, no creo que mencionar el nombre ligado a una serie de conjeturas, que no verdades, haga ningún bien a nadie. Ojalá hubieran pensado así otros compañeros de la prensa.

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En espera de un desenlace que podría durar meses — piensen si no en el caso de los cantaloupes y cebollines mexicanos hace unos años, y en el más reciente de las espinacas en EUA — se escuchan y leen comentarios de todo tipo, pero todavía no existe una respuesta.

Lo que más me ha llamado la atención han sido las llamadas de solidaridad que no se hicieron esperar, aunque es muy posible que la dilatada tradición de exportación, así como el estricto programa de seguridad alimentaria del productor hayan tenido algo que ver.

Mauro Suazo, Presidente de la Asociación de Productores Exportadores de Melón de Honduras (APROEXMEH), expresaba su disgusto ante la actitud de ciertos miembros de la prensa que habían difundido las malas noticias de manera sensacionalista: “La solidaridad melonera debe sentirse y verse ya mismo (…). Las asociaciones de productores del resto de Centroamérica deben poner las ‘barbas en remojo’ y expresar ante todos los medios hablados y escritos relacionados con la industria de que cada empresa y cada país tiene una política de inocuidad que se ha tomado siempre en serio y que esta situación (…) no aclara 100% si ha habido contaminaciones cruzadas de melones de una fuente u otra, o con otros productos.”

Por otra parte, la empresa implicada emitió una declaración inmediatamente para poner a disposición del público, clientes y autoridades, todos los documentos relativos a auditorías e informes de sanidad certificados a tercerías.

Toda la documentación y correspondencia derivada del caso está disponible en la página de Internet de la firma, lo cual ratifica la transparencia de sus operaciones.

Algunas fuentes estadounidenses con reconocida reputación en la industria de productos agrícolas frescos se planteaban las acciones del FDA. Por ejemplo, Jim Prevor del periódico The Packer, comentaba en su boletín electrónico que sólo el hecho de la emisión de una “alerta de importación” le parecía peculiar por muchos motivos. “En primer lugar ¿qué significa ‘alerta de importación? escribe Prevor.

¿Acaso tenemos algo llamado ‘alerta de productos nacionales’?” Y agrega que ningún consumidor del país y muy pocos administrativos de la industria tienen idea de si sus cantaloupes proceden de un productor determinado.

Finalmente, Prevor se plantea la declaración del FDA de “basados en información actual,” preguntándose bajo qué bases decidió este organismo que los productos del productor presuntamente implicado no eran inocuos.

Como ocurre siempre en estos casos, la cultura empresarial adecuada, buenas prácticas agrícolas y de manejo, y la documentación en regla y al día, son fundamentales para encontrar la raíz del problema.

Pero ¿qué ocurre con el consumidor enfermo, el trabajador despedido, el empresario arruinado y el país y la industria en entredicho?

Es cierto que conviene reflexionar y tomar medidas precautorias, pero aun con los medios más sofisticados, todavía quedan barbas que no se pueden cortar.

Reho es la Editora del Grupo Horticultura de Meister Media Worldwide