Consumo de frutos sin semillas

 

Nuestra sociedad actual probablemente pasará a la historia como la generación de la conveniencia. No es que ahora seamos más holgazanes, ni que en otras eras no se haya buscado facilitar la vida — casi cualquier invención responde a un deseo de reducir, aligerar o hacer más eficiente el trabajo cotidiano; pero todo tiene un límite.

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En el afán de simplificar corremos el riesgo de complicarnos la vida todavía más. Por ejemplo, accionar la TV a control remoto es cómodo; comprar un organizador para guardar cuatro o cinco mandos, más el consabido mando universal (que nunca funciona), roza la ridiculez.
 
Ordenar y recoger comida preparada desde el coche en un restaurante de comida rápida parece perfecto para nuestras apretadas agendas, pero esperar por esa hamburguesa más que la familia que se sienta a comer en el mismo local, carece de sentido.
 
 
El sector agroalimentario, aunque no es ajeno a esta tendencia de comodidad, ha sabido evolucionar y adaptar la oferta de una manera más razonable, en general.
 
 
En el servicio de distribución de alimentos, por ejemplo, el sector de precortados ha hecho disponible una serie de productos que han ampliado la oferta. Máquinas expendedoras de productos frescos, todavía en pañales, presentan una halagüeña perspectiva para la mejora de nuestros hábitos alimenticios.
 
 
Remontándonos en la cadena de distribución, la genética de semillas, con mucha más dificultad y complejidades, no se ha quedado atrás. La habilidad de transformar las características de ciertos productos, han hecho posible el cultivo en condiciones adversas, la extensión de la vida de anaquel y la optimización para el transporte, permitiendo al consumidor disfrutar de productos agrícolas frescos durante todo el año.
 
 
Pero ¿qué me dicen de los frutos sin semillas? Se inició hace años con uvas y naranjas. En los ‘90 la sandía nos sorprendió con su nueva imagen, y en la actualidad se desarrollan estudios para generar tomates y chiles sin semillas, e incluso duraznos y cerezas sin hueso. De hecho, investigadores del Departamento de Agricultura de Estados Unidos han estado trabajando en esta línea de investigación durante años.
 
 
Ralph Scorza, investigador horticulturista y científico líder de mejoramiento genético de cultivos frutales del ARS/USDA se ha enfocado en el desarrollo de soluciones genéticas para resolver problemas graves en frutales. Pero gran parte de su trabajo consiste en controlar el desarrollo y maduración del fruto a través de mejoramiento genético tradicional y manipulación genética para obtener frutos comercializables sin hueso. Duraznos, cerezas y ciruelos son algunos de sus objetos de estudio que podrían revolucionar el mercado en breve.
 
 
Aunque las ventajas de obtener algunos frutos sin semillas son indudables, y sobre todo, convenientes, esta “revolución” sigue sin impresionarme.
¿Estamos realmente tan ocupados como para necesitar un durazno sin hueso? ¿Qué vamos a hacer con el tiempo ahorrado en sortear las ofensivas pepitas de la sandía? Y lo más importante, ¿Quién va a pagar más (y cuánto más) por estos frutos huecos?
 
 
Es muy posible que muchos consumidores lo hagan, aunque sólo sea por la novedad. Y supongo que la industria de procesado de frutos se verá muy beneficiada. Pero personalmente pienso que existen infinidad de líneas de investigación en las cuales invertir tiempo y dinero, antes que en esta moda del “despepite.”
 
 
En ocasiones, menos es más, pero en este caso sigo sin ver las impresionantes ventajas de eliminar huesos y pepitas tan pregonadas por investigadores y comercializadores por igual. Quizás haya algo que se me escapa en este razonamiento.¿Ustedes qué opinan?
 

Reho es la Editora del Grupo Horticultura de Meister Media Worldwide