Capacitación de empleados

De la anestesia a la calidad

 

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Me tocó hace pocos días intentar “cruzar el Niágara en bicicleta,” al estilo Juan Luis Guerra, y al final de esa experiencia, varios aspectos asociados con la calidad de hortalizas resonaron en mi mente.

Un viernes 13 me alisté rápidamente por la mañana, luego de unas 24 horas intensas, sintiendo más como que el Niágara estaba dentro de mí, con aguas turbulentas, como esas de los ríos tropicales después de una tormenta. Apenas fueron las 8:00 llamé para confirmar la cita, y me dijeron que debía esperar dos horas más… irónicamente serían 120 minutos deseando al menos unas gotas de agua.

 

Al final del túnel

Al llegar al hospital, con una versión modificada de mi tradicional estilo de caminar, me indicaron el lugar de la sección de colonoscopía, al final de un largo pasillo que más parecía túnel sin final luminoso.

Luego de llenar un abanico de papeles, y contestar inquietantes preguntas como “¿tiene usted un testamento legal?,” me señalaron la puerta de un salón.

La temperatura era baja, y me parecía como que seguía bajando conforme pasaban los minutos. La enfermera se disculpó por no tener cobijas calientes, por lo que pedí dos, a ver si mejoraba el asunto.

Instantes después, me llevaron a otra habitación donde increíblemente pudieron introducir una cama, que de primera impresión no se distinguía de tanto aparato y pantallas electrónicas. En fin: “Al mal tiempo buena cara, pensé.” Lo bueno era que el sitio, por lo pequeño, se veía discreto, sobre todo pensando en lo poco placenteros que iban a ser los siguientes minutos.

Consolé mi ego con el pensamiento de “si a muchos se lo hacen, y nadie se va a dar cuenta.” No había terminado de digerir eso en mi mente cuando una enfermera ingresó y me llamó por mi nombre — ¡Nunca antes había lamentado tanto no haberle preguntado a una vecina en qué trabajaba…!

Descifrando jeroglíficos

Ya vamos llegando al punto principal de esta nota. Me levanté, ya de vuelta en el cuarto frío, y me parecía estar viendo una película sin sonido de Harold Lloyd — una señora con zapatos blancos me hablaba con gesticulaciones que parecían las de un oficial de tránsito; la señorita con arete en la lengua me señalaba una silla de ruedas; el señor que parecía de un museo de cera movía las manos como despidiéndose, pero también como mordiéndose la lengua.

Los oídos se me destaparon en plena vía pública, y conmigo estaban unas notas con los clásicos trazos médicos, que parecían ser importantes. Me pregunté para qué serían.

Lo único que pude descifrar es que eran para llevar a la farmacia. Al final, no me quedó más remedio que regresar a preguntar de qué se trataba todo.

 

Educación y comunicación

El episodio descrito me recordó a lo que padecen los trabajadores agrícolas que por primera vez asumen labores, sobre todo aquellos con funciones claves para la sobrevivencia de una compañía — tal es el caso de los empleados que manipulan hortalizas frescas en plantas empacadoras.

De una u otra forma, cuando uno se enfrenta a un nuevo trabajo existirá ansiedad, preocupación, e incluso momentos de angustia durante los días previos. En muchos casos, el “recibimiento” en la planta empacadora no es el más cálido, y sin apenas tiempo de adaptarse al sonido de las máquinas del proceso, el trabajador es incluido en la “alineación titular” del equipo de empaque.

Lo peor que he observado en varios casos es el escaso esfuerzo dedicado a la inducción del trabajador, a entrenar al nuevo empleado para que la empresa sea más eficiente desde un principio, y que no se pierda tiempo ni dinero. No se puede asumir que un trabajador entienda todas las instrucciones que se le dan, aunque se obtenga una respuesta afirmativa a las preguntas, pues por razones culturales o personales, eso puede ser engañoso.

La directora de una de las empresas más consolidadas a nivel mundial en auditoría de calidad de alimentos, me comentaba que su compañía había incluido la división de “Educación y Comunicación,” como parte de los servicios ofrecidos, pues fue la única forma de obtener una respuesta importante en los procesos y mejorar la calidad.

Por ejemplo, se ha demostrado que entrenamientos cortos (de 10 a 15 minutos) pero repetitivos a través de varios días, son muy efectivos — particularmente si se incluyen herramientas audiovisuales y palabras claves que se usen frecuentemente durante estas sesiones.

Todos lo hemos vivido en carne propia, de una u otra forma. A mí me tocó esta vez recibiendo instrucciones bajo el efecto de la anestesia.

Igualmente se dan muchos casos similares con empleados agrícolas que recién inician en nuevas labores, donde la “anestesia” es diferente. La eficiencia de los entrenamientos iniciales, y la buena comunicación, son sin duda claves para prevenir muchos tipos de problemas en producción y manejo poscosecha de hortalizas.

Fonseca es especialista en hortalizas y tecnología poscosecha, ha laborado para la Universidad de Arizona, EUA y ha sido consultor en tecnología poscosecha en EUA y en diferentes países de Latinoamérica (República Dominicana, Panamá, Costa Rica y México).