Bioterrorismo en la producción de hortalizas

 

Qué es lo primero que se le viene a la mente cuando se habla de bioterrorismo?  Medite bien. Con toda sinceridad (y sin jactarme de tener dotes sobrenaturales) me atrevo a decir que es muy probable que sea algo vinculado a un estereotipo de esta generación y de este lado del mundo.

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Seguro que se le vengan a la mente secuestros de personas importantes, asesinatos de gente en forma selectiva o masiva, e incluso los aviones en rumbo a la torres gemelas de Nueva York; probablemente, gente con cierta vestimenta (no necesariamente personajes de la lucha libre).

Pero ¿qué podría decir si le preguntan qué tan riesgoso es el bioterrorismo en la producción de hortalizas? Quizás usted piense que el riesgo es casi inexistente, nunca se ha sabido de terroristas agrícolas; son ideas de algunos para crear sensacionalismo, etc.

Pero permítame decirle que, en realidad el bioterrorista está más cerca de lo que usted piensa; podría ser alguien que usted conoció y que por alguna u otra razón ya no labora en su empresa, o quizás esté por conocer a algunos, independientemente de si usted es el dueño, funge como administrador, o es consultor de una empresa agrícola.

 

Blanco perfecto

Observando el tema en forma global, debe mencionarse que la agricultura es considerada por muchos como un perfecto blanco para el bioterrismo, el cual por cierto, se conoce también como “agroterrorismo.”

La agricultura continúa y seguirá siendo equivalencia de estabilidad en los países — por algo es uno de los temas que más despierta pasión y tensión cuando se habla de formar tratados de libre comercio entre países.

Mantener la industria agrícola local es clave para reducir el flujo masivo de gente a las grandes ciudades; para proteger a nivel local un recurso esencial en la vida (aunque muchas veces pareciera que las decisiones políticas no tienen ese objetivo). Si existiera contaminación intencional en algunos de los pasos de la cadena de producción y manejo de hortalizas, los resultados serían catastróficos. Claramente, el problema no se limitaría a la compañía o al productor responsable por los productos que hayan sido contaminados. Otras industrias, tales como proveedores agrícolas, transportes, cadenas de supermercados, restaurantes y consumidores, también se verían afectados.

En general, se dice que si un ataque se realiza a plantas o animales, es menos perjudicial que un atentado directo a vidas humanas, pero aun así se puede crear mucho daño.

 

Rumores de preparación

He escuchado en varias ocasiones sobre las listas de puntos donde se tiene alto riesgo de ataque terroristas, como serían los animales, plantas, camiones de transporte, trabajadores agrícolas, maquinaria, flota naviera, trabajadores de restaurantes, etc.

También se habla de que los agentes para uso en “eventos” agroterroristas podrían ser altamente contagiosos, virulentos y capaces de sobrevivir bien en ambientes hostiles; y es que en forma “natural,” ya han aparecido agentes que reúnen estas características, como podría ser la gripe aviaria ó la enfermedad brusone del arroz (“rice blast”).

En algunos lugares ya se busca desarrollar mecanismos de respuesta a casos de emergencias, que se desprendan de ataques intencionales a la seguridad alimentaria.
Por cierto, he participado en un par de foros, y me parece que lo que se presenta como la mejor solución, es lo más difícil de conseguir… y eso significa que todos los vecinos de una determinada región cooperen con la causa.

No en todo lugar se logra plasmar un grupo sólido de productores que estén anuentes a transmitir información de uno al otro, aparte de que en algunos casos implica cuestiones legales, como podría ser el pasar información de “personas potencialmente malintencionadas.”

 

 

En estado de alerta

La amenaza de terrorismo a la agricultura es algo que existe y siempre existirá, sin embargo pasa desapercibido, porque en muchos casos ni siquiera identificamos ciertas acciones como incidentes terroristas.

A mi parecer, y basado en la retroalimentación que he recibido de productores, administradores y encargados de los programas de inocuidad alimentaria de una empresa, el agroterrorismo está ocurriendo, y no son pocos los casos, son bastantes, suficientes, al punto que debiera preocupar. ¿Cómo ocurre? La “mira” está sin duda dirigida a los supervisores de cuadrillas, o aun más frecuentemente, a los responsables de la inocuidad de los productos.

He oído que muchos empleados, enojados por el mal trato de sus jefes, o porque debido a diferentes razones fueron despedidos de la empresa, actúan en represalia, provocando daños intencionales que podrían tener consecuencias de altas magnitudes.

 

Auyentando represalias

En la gran mayoría de los casos, supongo, el empleado enojado o frustrado, no es consciente de que su acción, dirigida “simplemente” a que su supervisor enfrente problemas o a que la empresa caiga en crisis, es considerado terrorismo, pues desconoce lo que puede desencadenar. Y es que colocar animales muertos o químicos agrícolas en fuentes de agua de riego o lavado, sin duda puede resultar en epidemias, y si se da publicidad al asunto, creará terror en gran escala.

Con esto, me pregunto si se está realizando el proceso de selección adecuado cuando se trata de escoger a la persona encargada de programas de inocuidad. Esta persona debe tener conocimientos técnicos y saber seguir la disciplina en forma rigurosa, pero también debe tener la sensibilidad social para que entrene bien a sus trabajadores en cuanto a las consecuencias de una contaminación intencional. Esta persona debe saber manejar empleados conflictivos, y deber ser capaz de crear en la empresa un ambiente de conciencia por el bien de la comunidad.

A mí me parece que en los programas de inocuidad y bioseguridad se habla de muchos aspectos técnicos, pero poco o nada se está refiriendo a manejar personal. Crear reglas es fácil, pero para seguirlas y para evitar ataques a las mismas, se necesita de un ambiente que promueva el entendimiento.

Fonseca es especialista en hortalizas y tecnología poscosecha, ha laborado para la Universidad de Arizona, EUA y ha sido consultor en tecnología poscosecha en EUA y en diferentes países de Latinoamérica (República Dominicana, Panamá, Costa Rica y México).