Ante la crisis del campo

 

En Europa Occidental, tras finalizar la segunda guerra mundial y sufrir una escasez de alimentos, el sector agropecuario europeo distaba mucho de lo que es actualmente y era prioridad lograr la autosuficiencia alimentaria y mejorar los niveles de ingresos de los productores agropecuarios.

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Pese a lo que nos podamos imaginar, las estructuras de producción de los Estados fundadores de la Comunidad Europea (Europa de los Seis: Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos) eran sumamente diferentes: a mediados de los años cincuenta la Europa de los Seis contaba con cerca de 65 millones de hectáreas de superficie agropecuaria, con una gran variedad agro-climatológica, con tamaños diversos de las explotaciones, diferentes grados de especialización, métodos de producción, niveles educativos y productores en su mayoría por encima de los 55 años de edad. [ref. 1: p. 12 y 29]

En aquel entonces se dedicaban a la actividad agropecuaria 17.5 millones de productores, llamando la atención las pequeñas explotaciones con superficies entre 0.5 y 5 hectáreas; en Italia representaban al 85% de los productores, en Alemania el 55% y en Francia el 35%. En cuanto a la producción de bienes agropecuarios, mientras en Alemania éstos representaban el 15% del total de bienes, en Italia y Francia representaban el 36% y 30% respectivamente.

En cuanto al Producto Interno Bruto Agropecuario éste ascendía al 23% en Italia, mientras en Bélgica era del 8.4%; los niveles de ingresos y rendimientos eran muy diferentes entre los Estados, presentando niveles más precarios Italia.

Cabe agregar que, a fines de los años cincuenta la superficie promedio de las explotaciones agropecuarias en la Europa de los Seis era menor a cinco hectáreas, mientras en Estados Unidos rondaba las 100 hectáreas. [ref. 1: p. 12 y 14]

 

Baja rentabilidad

Estas asimetrías planteaban un reto difícil, además de que se acentuaron más cuando ingresaron otros países a la actual Comunidad Europea. El problema principal era la baja rentabilidad de muchas explotaciones: las explotaciones eran muy pequeñas y no generaban economías de escala para adquirir maquinaria y modernizar sus sistemas productivos, por los limitados recursos financieros para invertir, bajos niveles educativos, edades por encima de los 55 años de la mayoría de los productores y problemas de mercados, entre otras razones.

Pese a estas diferencias se creó la Política Agraria Común (PAC), la cual desde su inicio tuvo objetivos muy ambiciosos en torno al bienestar de los productores agropecuarios y de los consumidores.

Considerando el gran número de productores y sus diversas condiciones la PAC optó por la política de fijar precios más elevados a los productos agropecuarios versus apoyar directamente a los productores con bajos niveles de ingresos, ya que de esta forma el proceso sería menos burocrático y con menores costos para su implementación, así como por el libre mercado.

 

Solución a las explotaciones

Pronto se observó que la política de fijar precios elevados y el libre mercado no era suficiente para las pequeñas explotaciones agropecuarias. Hubo de considerarse que la agricultura es una forma de vida y actividad económica. Además de que en las zonas rurales existen pocas alternativas de actividades económicas fuera del sector agropecuario, el productor no deja su actividad a pesar de la baja rentabilidad de su explotación — aspectos que dificultaban el cambio que requería el sector.

Por estas razones se empezó a revisar el funcionamiento de las actividades económicas no agropecuarias en la región, así como el entorno social, para buscar nuevas alternativas de desarrollo que no se convirtieran en una política asistencialista.

 

Política Agraria Común

La PAC apoyaba los mercados y precios de los productos agropecuarios primordialmente, pero ante la insuficiencia de resultados, se implementaron incentivos de tipo estructural que contemplaron apoyos individuales o colectivos para las explotaciones agropecuarias, apoyos para formar agrupaciones económicas, además de planes de capacitación para productores y asesores técnicos y un programa de jubilación voluntario para aquellos productores mayores de 55 años, siempre que cedieran sus tierras a otras explotaciones que quisieran ampliarse; sin embargo, aún así hubo de reforzar estas medidas.

Por estas razones, a partir de 1979 se aplicaron Programas Integrales que conjuntaban todos los recursos financieros disponibles, para apoyar no sólo las actividades agropecuarias, sino al resto de la economía con inversiones en infraestructura regional, apoyos a la industria alimenticia, turismo, artesanías y formación humana, entre otros.

 

Resultados de la PAC

Posteriormente se vieron los resultados de las políticas: un aumento de la producción debido a mayores rendimientos; la superficie sembrada de cereales en la Comunidad se redujo entre 1973 y 1986 en un 3%, sin embargo la producción aumentó alrededor del 27% [ref. 1: p. 8]. El número de empresas agropecuarias en 1960 era de 6.4 millones; para 1980 este número descendió a 4.8 millones, asimismo el número de empleados en la Comunidad de los Seis en la actividad agropecuaria era de 15.2 millones de personas, cifra que en 1987 se redujo a 5.2 millones de personas. En cuanto a superficie, el promedio en 1960 era de 12 hectáreas, pasando a casi 20 hectáreas en 1987. [ref. 1: p. 6]

La PAC demostró sus resultados y llegó a sus límites cuando la Comunidad Europea produjo mucho más de lo que consumía, generando excedentes cuyo almacenamiento y exportación a precios inferiores ocasionaron grandes gastos a la Comunidad y efectos negativos al comercio internacional, por lo que hubo de sufrir reformas posteriores.

La PAC se basó principalmente en los apoyos a precios y mercados, las medidas estructurales y otras complementarias representaron el 5% de los gastos, aunque con aportaciones adicionales de los Estados, regiones y del sector productivo, operadas de manera descentralizada. [ref. 1: p. 62]
Es importante destacar en la PAC la permanencia de la explotación agropecuaria familiar, la estructura social y el paisaje rural, lo cual contrasta con las políticas de otros países que apuestan por las grandes explotaciones agropecuarias. Estas experiencias y las propias del sector en México, nos obligan a reflexionar hacia dónde va el campo y el sector rural del país.