Densidad de tallos en plantas de tomate influye en el tamaño y calidad

Densidad de tallos

 

Publicidad

Todos los productores de invernadero quieren maximizar su producción por metro cuadrado. Para hacerlo de una manera económica y eficiente, deben agregar tallos adicionales al cultivo existente dejando que un chupón crezca, se desarrolle y se haga productivo.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta la cantidad de luz que está recibiendo el cultivo, de manera que ésta sea adecuada para el número de tallos (tallos/m2) que ya tienen fruta.

 

 

Tamaño y calidad de frutos

La densidad de tallos (número de tallos/m2) tiene una influencia importante en el tamaño y calidad de frutos, así como en el crecimiento y desarrollo de la planta. Sin embargo, a medida que se incrementa la densidad de tallos en el invernadero más allá de la capacidad de la planta, el tamaño de fruto se verá reducido y la planta se alargará y se volverá generativa débil.

Actualmente, la mayoría de los productores utilizan plantas injertadas, las cuales tienen mucho vigor y resistencia. En consecuencia, es muy importante dirigir esta fortaleza hacia la producción de frutos, sobre todo al principio, para orientar el cultivo en una dirección generativa fuerte.

El dilema actual entre prominentes productores de invernadero en toda Norteamérica radica en cómo maximizar el peso de los frutos de tomate mientras superan a la vez sus objetivos de producción en kilos por metro cuadrado. Aquellos productores que producen tomates bola para el mercado de Estados Unidos y Canadá les gustaría mantener un tamaño de frutos de 190 a 250 g a lo largo del año. Pero ¿es posible obtener el peso de fruto objetivo a través del control de la densidad de tallos o mediante una cuidadosa poda de racimos?

La respuesta es que ambas técnicas (densidad y poda) se utilizan en diferentes épocas del año, dependiendo de la cantidad de luz disponible y de la fortaleza de las plantas.

Cuestión de variedades

La densidad inicial de plantación óptima para la mayoría de operaciones en Norteamérica se ubica entre 2.4 y 2.6 tallos/m2. Los productores que cultivan variedades de fruto más pequeño, tales como las tipo cereza o Campari, pueden plantar a una densidad de 2.2 plantas/m2 y conservar dos cabezas por planta, lo cual resultará en una densidad final de 4.4 tallos/m2. Esta alta densidad de tallos sólo es posible con variedades de frutos más pequeños y en invernaderos con un abastecimiento adecuado de CO2 para satisfacer las demandas de la superficie foliar por m2.

En el caso de variedades de frutos más grandes, tales como los tipo bola, la densidad final (de producción) de tallos puede ser incrementada hasta 2.8 a 3.0 tallos/m2 mediante el uso de chupones laterales (cabezas gemelas) después del establecimiento del tercer o cuarto racimo en un cultivo plantado en verano en latitudes sureñas. Los productores que estén utilizando CO2 adicional pueden incrementar la densidad de tallos hasta 3.2 a 3.4 tallos/m2, mientras que los productores en operaciones de media a baja tecnología que no dispongan de CO2 adicional no deben incrementar la densidad más allá de 2.9 tallos/m2.

 

La razón para ello es que el consumo de CO2 por las plantas sería mayor que el ritmo de reaprovisionamiento a través de ventilación natural bajo condiciones de fotosíntesis con alta luminosidad. Si ocurriese esto, las plantas comenzarían a “dejar de funcionar;” el tamaño de fruto y la velocidad y producción de las mismas se verían negativamente afectados, mientras las plantas se volverían generativas débiles con bastante rapidez.

Cómo obtener la densidad de tallos objetivo

Si el productor ha plantado a razón de 2.5 tallos/m2, éste será capaz de agregar al menos un 15% de tallos adicionales para incrementar la densidad de a 2.9 tallos/m2. Para conseguirlo, debe permitir el desarrollo de un chupón por encima del tercer racimo en cada séptimo tallo de cada hilera.

 Claro está que aquellos productores con acceso a CO2 adicional podrán trabajar con densidades de tallos más altas, obteniendo en consecuencia una mayor producción y de mejor calidad por metro cuadrado.

El nuevo tallo resultante o “hijastro,” va a necesitar su propia rafia de soporte. La rafia deberá ser de un color diferente que la del tallo madre o al menos anudarle un lazo, ya que es importante que los trabajadores sepan que el hijastro está anexo al tallo madre en algún punto del tallo, de manera que al bajar las plantas (como parte del tutoreo a medida que éstas se desarrollan), el tallo hijastro no se quiebre.

Cuando los hijastros son agregados en el otoño, se recomienda dejar que produzcan de 3 a 5 racimos de fruta antes de que deban ser eliminados a medida que la luz disponible decrece a finales del otoño. Es más, la superficie foliar agregada también va a contribuir significativamente a mejorar el control de clima en el interior del invernadero. 

 

En la semana 42 (tercera semana de octubre) cuando los niveles de luz globales en el invernadero están disminuyendo rápidamente, hay que reducir la densidad de tallos. En este momento es necesario eliminar la cabeza de los tallos hijastros para detener su crecimiento.

Una vez que toda la fruta producida por los hijastros haya sido cosechada, éstos deben extirparse del tallo madre. Al realizar esta operación, la densidad de tallos volverá a ser de 2.5 tallos/ m2 en preparación para los niveles de luminosidad más bajos característicos del invierno. Al hacer esto, se podrá mantener el tamaño de fruto y la velocidad de maduración, al equiparar la luz disponible con el número de frutos en el cultivo. 

Claro está que aquellos productores con acceso a CO2 adicional podrán trabajar con densidades de tallos más altas, obteniendo en consecuencia una mayor producción y de mejor calidad por metro cuadrado.

 

Poda de racimos

A través de diciembre y enero en México y sur de EUA, la cantidad de luz disponible podría ser inferior a 1,100 J/cm2 diarios, y por tanto la población de plantas también debería ser más baja o al menos regresar a la densidad de tallos inicialmente establecida al momento de la plantación.

Sin embargo, regresar a la densidad inicial de 2.5 tallos/ m2 podría no ser suficiente para asegurar que el productor mantenga el tamaño y peso de fruto deseado. Podría ser necesario realizar una poda en el racimo de tomates bola para reducir la cantidad de 4 a 3 frutos (4 es la cantidad normal de frutos por racimo en tomates bola) durante una a tres semanas en noviembre.

La cantidad de luz disponible, y por tanto la cantidad de asimilados que puede producir la planta, va a controlar el tamaño del fruto. Cuando la cantidad de energía entrante (luz solar) se reduce, el número de frutos también debe reducirse con objeto de mantener el tamaño de fruto deseado. Además, la poda de racimos es importante para mantener la fortaleza de la planta cuando los niveles de luz son bajos en el invierno.

A medida que la cantidad de luz disponible comienza a incrementarse en la semana cinco (a principios de febrero) pueden agregarse de nuevo tallos adicionales (hijastros) al cultivo para maximizar la producción y controlar el clima en el invernadero. Sin embargo, si el productor no dispone de CO2 adicional, la máxima densidad de tallos deberá ser de sólo 2.8 a 2.9 tallos/m2.

La técnica de agregar tallos adicionales cuando existe luz suficiente y luego podar cuidadosamente los racimos en el invierno, incrementará significativamente el potencial de rendimiento de la planta de tomate y le ayudará a mantener o mejorar el vigor del cultivo.


 

El autor es experto en tecnología de invernadero y actualmente labora como consultor privado para productores de hortalizas y otros cultivos. Parte de este artículo fue publicado en el boletín eHortalizas del 23 de octubre 2008 como respuesta a la pregunta de varios lectores. Para más información escriba a [email protected]