Identificación y manejo efectivo de virus en solanáceas

Hojas anormales y subdesarrollo en chile. Foto por J.C. Melgar, Honduras.

Hojas anormales y subdesarrollo en chile. Foto por J.C. Melgar, Honduras.

Asociado con la intensificación de la producción hortícola en la región, cada vez es más común entre productores hortícolas la frustrante experiencia de ver sus cultivos afectados por enfermedades cuyos síntomas más notorios en las hojas son coloraciones raras y malformaciones que, dependiendo de su severidad, van asociadas con evidente subdesarrollo de las plantas y reducción en calidad y cantidad del producto. Los frutos también podrían mostrar coloraciones anormales y malformaciones.

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El diagnóstico usual para la condición descrita es “virosis,” la afección más difícil de combatir debido a que el productor no puede ver — ni entender — lo que la causa, contrario a la alta visibilidad del daño y del causante cuando el problema es provocado por insectos, ácaros, hongos e inclusive bacterias. Se entiende mejor la magnitud del problema si consideramos que no se conocen productos químicos que, aplicados a las plantas, prevengan la enfermedad si estuvieran sanas, o bien curen o reduzcan la severidad del daño en aquellas enfermas.

Este artículo es parte de una serie que pretende informar a los productores hortícolas sobre la importancia de conocer la identidad de los virus para definir las mejores estrategias para manejo de virosis en solanáceas, cucurbitáceas y otras hortalizas, ilustrándose el caso con información sobre identidad de virus prevalecientes en Honduras generada entre los años 2001 y 2011 con apoyo de las organizaciones USAID-IPM CRSP, USAID-EDA y FAO.

Conozca la enfermedad
Conocer la identidad específica, o bien el género, grupo o familia del virus involucrado, posibilita determinar ciertas características de los virus que describen su comportamiento y asociación con el cultivo, en particular:

  • ¿Cómo entra al cultivo (diseminación)?
  • ¿Como es pasado de una planta enferma a otra sana (transmisión)?
  • ¿Cómo sobrevive cuando no existe el cultivo?
Achaparramiento peludo del tomate (TBSV) en berenjena. Foto por García A. Espana.

Achaparramiento peludo del tomate (TBSV) en berenjena. Foto por García A. Espana.

Transmisión de virus
La mayoría de los virus son transmitidos por agentes vivos (organismos) denominados “vectores” de los cuales alrededor del 80% son insectos, particularmente pulgones (áfidos) y mosca blanca, y en menor frecuencia trips, chicharritas y cochinillas, además de algunos transmitidos por ácaros, nematodos y hongos.

Solo un número relativamente pequeño de virus, como el Virus del Mosaico del Tabaco (TMV por sus siglas en inglés) y otros virus similares dependen casi exclusivamente del contacto mecánico (herramientas, estructuras, agua, manipulación humana, etc.) para su diseminación, transmisión y sobrevivencia sin intervención de vectores.

Un número también relativamente reducido de virus (incluyendo TMV) puede ser transmitido por la misma semilla sexual, en tanto que un numeroso grupo de virus que causan infecciones sistémicas pueden acumularse y transmitirse a la próxima generación en las partes vegetativas utilizadas como semilla asexual de algunas especies vegetales (tubérculos-semilla de papa, estolones de camote, etc.)

Evidentemente existen diferencias entre virus, y el conocimiento de dichas diferencias puede ser utilizado a nuestro favor para su combate efectivo.

Transmisión por vectores
En el caso específico de virus transmitidos por vectores es muy importante conocer cómo son transmitidos del insecto a la planta y la relación virus-vector.

Sobre esto último, los mecanismos involucrados incluyen desde asociaciones de muy corta duración (minutos a horas) del virus con las partes bucales del insecto (sin multiplicación del virus) hasta asociaciones fisiológicas de larga duración (inclusive de por vida) e incluyendo a veces multiplicación del virus en el insecto.


Virosis presentes en el campo

En el cuadro mostrado en este artículo se muestra la frecuencia con que algunos tipos de virus fueron detectados en Honduras, identificados de acuerdo al modo de transmisión.

Dadas las condiciones climáticas comunes y otras características similares de la actividad hortícola en Centroamérica, existe una alta probabilidad de que patrones similares de ocurrencia pudiesen presentarse en los demás países.

Se analizaron un total de 609 muestras de cultivos y 65 muestras de malezas.

De las muestras de cultivos solamente el 38% (232 muestras) resultaron inequívocamente positivas a uno o más virus pertenecientes a uno u más de los géneros/familias virales para las cuales se realizaron pruebas. De los casos positivos el 79.5% lo fueron a virus transmitidos activamente por vectores insectiles, de los cuales los más frecuentemente detectados fueron Begomovirus (39.8% de positivos), seguidos por Potyvirus (29.9%), Tospovirus (4.4%), Cucumovirus (3.7%), Closterovirus (1.4%), y Polerovirus (0.2%).

El restante 20.5% estaba compuesto por Tobamovirus (17.1%) y por Potexvirus (3.4%), ambos grupos de transmisión mecánica.

En las malezas se detectaron positivos a solamente cinco de los ocho distintos géneros/familias. De ellas, 73% correspondieron a virus transmitidos por vectores insectiles (Potyvirus 41%, Begomovirus 23% y Cucumovirus 7%) y el restante 27% fueron Tobamovirus transmitidos mecánicamente.

Es evidente que en ambos grupos, cultivos y malezas, predominaron virus transmitidos por insectos, y consecuentemente las medidas de manejo de virus a utilizar deberían descansar en un fuerte componente de control de dichos vectores por distintos medios, sin demérito de la aplicación de medidas para el combate de las virosis de transmisión mecánica, los cuales mostraron también frecuencias de importancia.

Importancia de las malezas
Llama la atención el hecho de que en 62% y 32% de las muestras de cultivo y malezas, respectivamente, no fue posible identificar los virus responsables.

Distintas razones pueden explicar lo anterior, incluyendo: (a) más probablemente infección por géneros/ familias de virus que nos son detectables por los kits específicos utilizados, (b) falsos negativos, (c) desórdenes genéticos, nutricionales y otros.

Afortunadamente, y tomando en cuenta lo descrito anteriormente, muchas de las medidas recomendadas para el manejo de virus son de aplicación general.

Agregando a lo anterior, vale la pena enfatizar el papel de las malezas como hospederos y reservorios en los cuales sobreviven los virus en ausencia de cultivos, y desde donde ocurre su diseminación hacia los cultivos adyacentes usualmente a través de los vectores.

El hecho de que de en las malezas una mayor proporción de muestras que en los cultivos resultaron positivas a virus (uno o más virus) enfatiza la importancia que debe dárseles como reservorios de virus y su relación como hospederos de vectores insectiles, acentuando la necesidad del control de malezas entre las estrategias de manejo de virosis.

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Fuente: Fundación Hondureña de Investigación Agrícola (FHIA), Honduras, [email protected]

Combate de las virosis
Enfrentados con epidemias de virus transmitidos predominantemente por vectores, las medidas de manejo pueden ser agrupadas en varias clases generales: (1) eliminación de vectores con insecticidas, (2) reducción de las fuentes de virus, (3) interferencia del aterrizaje del vector sobre el cultivo, (4) exclusion, (5) resistencia genetica, y (6) otras medidas. A continuación se discute de modo general cada uno de estos enfoques.

1. Control de vectores con insecticidas. Atractivo como aparenta ser, no es necesariamente la medida preferida todo el tiempo para prevenir la actividad de los vectores. Muchos virus son introducidos en los cultivos por vectores visitantes que inoculan las plantas en las primeras “probadas.”

Cuando es el caso de vectores de virus no-persistentes (como los Potyvirus transmitidos por áfidos) y parcialmente de semipersistentes, basta con tiempos de alimentación muy cortos (probadas) para que desde sus partes bucales descarguen las partículas de virus en la planta, mucho más cortos que el tiempo requerido para que actúen los insecticidas.

Adicionalmente, los insecticidas pueden inducir una actividad exagerada momentánea en los insectos, lo cual los induce a hacer intentos de alimentación con más frecuencia de lo que lo harían los insectos con actividad normal.

El resultado de todo lo anterior es un efecto deficiente de los insecticidas y finalmente mayor incidencia y daño de virosis.
Distinto a lo anterior son los vectores que actúan colonizando los cultivos y transmiten virus persistentes circulativos, para los cuales la aplicación de insecticidas ciertamente puede determinar que la diseminación y transmisión sean más lentas puesto que el proceso de adquisición del virus por el insecto y su posterior transmisión son mucho más demorados, dando tiempo a que actúen los insecticidas.

En estos casos, el mayor riesgo suele ser que los vectores desarrollen resistencia a los insecticidas utilizados, como frecuentemente es el caso de Trips transmisores de Tospovirus y Mosca blanca transmisores de Begomovirus.

Ante las limitaciones del control de las virosis vegetales con aplicaciones de productos químicos, otras estrategias disponibles deberán utilizarse integradas con insecticidas.

2. Reducción de fuentes del inóculo. La utilización de semillas, trasplantes u otros órganos propagativos libres de virosis resulta en inexistencia o valores muy bajos de infección primaria. Esto puede ser complementado con eliminación de fuentes de vectores/inóculo dentro y alrededor del cultivo (malezas, plantas voluntarias), y, si fuera necesario, utilización de vedas de siembra por temporadas o aislamiento geográfico entre bloques de siembra escalonados.

3. Interferencia al aterrizaje de vectores. Está demostrado que es posible “confundir” al vector para evitar que aterrice sobre los cultivos gracias a la alteración de su atracción por los colores. Por ejemplo, se determinó que los áfidos son repelidos por superficies reflectantes y ello condujo al desarrollo de plásticos con superficies reflectantes metálicas como medida para prevenir el aterrizaje.
En la actualidad es una práctica muy utilizada por éste y otros efectos beneficiosos a los cultivos.

4. Exclusión. Se enfoca en prevenir el establecimiento de la enfermedad en áreas donde no ocurre o su ocurrencia es mínima, evitando el ingreso del virus al campo y a las plantas utilizando las prácticas apropiadas de acuerdo al tipo de transmisión de los virus presentes. Ello incluye: evitar cercanía de viejos campos de cultivo con rastrojo, inspección oportuna (trampeo) de cultivos y malezas en la vecindad para detectar presencia de vectores, eliminación de malezas (en particular de hoja ancha) y plantas voluntarias que hospeden vectores, uso de barreras vivas entre lotes, utilización temprana de mallas flotantes, pregerminación de malezas, producción de plantas libres de virus (trasplantes de casa malla), etc.

5. Resistencia genética. La utilización de cultivares con resistencia o tolerancia a la infección por virus (y otros patógenos) es considerada la medida ideal para manejo de virosis. Sin embargo, su utilización está limitada aún a muy contados casos de enfermedades para los cuales ya ocurren variedades con tales características.

Ciertamente, los productores deberán tomar en cuenta esta estrategia, consultando con sus suplidores de semilla si ya hay disponibles variedades con resistencia o tolerancia.

6. Otras medidas. En lo que respecta a virosis de transmisión mecánica, como es el caso del TMV, muchas de las medidas arriba descritas son también apropiadas para prevenir su ocurrencia incluyendo: utilización de semillas y plantas sanas, eliminación de malezas, plantas voluntarias y residuos de cultivos, eliminación de plantas sospechosas, etc.

Complementario a lo anterior, se deberá hacer especial énfasis en la higienización estricta y sistemática mediante desinfección de estructuras, herramientas, equipo, manos, etc. utilizando desinfectantes apropiados. Para mayor detalle e ilustración sobre el manejo integrado de virosis de hortalizas se recomienda consultar la publicación “Guía para el reconocimiento y manejo de virosis en cultivos hortícolas,” publicada por Zamorano Academic Press en 2007.

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Fuente: Fundación Hondureña de Investigación Agrícola (FHIA), Honduras, [email protected]

Relación virus-vector

La relación virus-vector determina que ocurran diferencias en:

  1. Tiempo requerido por el vector para adquirir el virus al alimentarse de una planta enferma.
  2. Ubicación final del virus en la anatomía del insecto.
  3. Tiempo requerido para que el vector sea capaz de transmitirlo después de la adquisición.
  4. Tiempo que el vector retiene su capacidad infectiva.

 

3 tipos generales de transmisión

1. Transmisión no-persistente. Aquella en la cual el virus:

  • Es adquirido por el vector en segundos-minutos al realizar “probadas” de alimentación en la epidermis de la planta enferma,
  • En el vector ocurre presente solamente en el aparato bucal expuesto,
  • El vector puede transmitirlo a la planta sana en cuestión de segundos-minutos inmediatamente después de adquirido, y
  • El vector retiene su infectividad solamente por pocas horas después de adquirido el virus (de allí la no-persistencia).

2. Transmisión persistente. Aquella en la cual el virus:

  • Es adquirido por el vector hasta transcurridos largos períodos alimentándose de una planta enferma (horas a días),
  • Es ingerido por el vector, atraviesa su pared intestinal y se disemina internamente alcanzando las glándulas salivares (llamados circulativos, pudiendo o no ocurrir su multiplicación),
  • Se requiere que transcurran días a se (latencia) después de la adquisición para que el vector pueda transmitir el virus,
  • La inoculación de la planta sana ocurre en minutos, y
  • El vector retiene su infectividad largos períodos e inclusive de por vida, pudiendo ser pasada a la progenie (de allí la persistencia).

3. Transmisión semi-persistente. Sus características tienden a ser intermedias entre no-persistente y persistente: adquirido relativamente rápido, ocurre solamente en el aparato bucal expuesto del vector, retenido períodos moderados (días e inclusive semanas), transmitido relativamente rápido.

 

 

Fuente: Fundación Hondureña de Investigación Agrícola (FHIA), Honduras, [email protected]