Estudios concluyen que las plantas reconocen los insectos que las atacan

Científicos estudian y examinan las plantas buscando señales externas de daño ocasionado por enfermedades e insectos. Con frecuencia, este daño se traduce en áreas mordisqueadas por los insectos que son fáciles de observar.

No obstante, muchas de las respuestas importantes de las plantas ante los señales de insectos no son visibles. En uno de los estudios más amplios y recientes sobre este tema, los científicos de la

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Foto cortesía de iStockphoto.

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Universidad de Missouri, EUA (MU, por sus siglas en inglés) estudiaron la forma en la que los genes de las plantas responden a los insectos que las dañan.

Encontraron que las plantas pueden reconocer los ataques de las diversas clases de insectos como orugas y áfidos, dando respuestas distintas a cada uno de los ataques. El identificar estos genes podría ayudar a que los fitomejoradores se concentren en especies de insectos específicas para desarrollar cultivos resistentes a esas plagas.

Respuesta natural
“No me sorprende que las plantas respondan de manera distinta al sentir que sus hojas son mordisqueadas por una oruga o un áfido,” afirma Heidi Appel, científica investigadora senior de la División de Ciencias Vegetales de la Universidad de Agricultura, Alimentos y Recursos Naturales; investigadora del Centro Bond Life Sciences de dicha universidad y autora principal de este artículo.

“Lo que nos sorprendió fue detectar cuán distintas eran las respuestas de las plantas ante los ataques de las diferentes orugas y áfidos. Las plantas pueden distinguir con exactitud qué tipo de insectos las están atacando.”

Los resultados demostraron que la Arabidopsis, una pequeña planta con floración, que está relacionada con la familia de la calabaza y la mostaza, reconoce y responde de manera distinta ante cuatro especies de insectos.

Se colocaron dos especies de orugas en las plantas permitiendo que masticaran las hojas. Los investigadores también permitieron que dos especies de áfidos atacaran las plantas perforando las hojas con sus piezas bucales semejantes a agujas.

Después examinaron las plantas a nivel genético para medir sus respuestas.

Adaptadas para varias amenazas
El equipo encontró que las plantas responden de manera diferente a ambas especies de orugas y a ambos tipos de áfidos, desencadenando respuestas genéticas diferentes en los cuatro casos.

De manera adicional, los insectos ocasionaron cambios en el nivel de señales que activan y desactivan los genes que ayudan a las plantas a defenderse de ataques posteriores.

“Hay 28,000 genes en la planta y detectamos 2,778 genes que responden a los ataques, dependiendo del tipo de insecto,” comenta Jack Schultz, director del centro Bond Life Sciences de MU y coautor del estudio. “Si sólo se analizan unos cuantos genes, se obtiene una imagen muy limitada de la realidad y probablemente no represente lo que en verdad ocurre. Activar los genes de defensa sólo cuando se requieren es menos difícil para las plantas, ya que no tienen que mantener activadas todas sus defensas todo el tiempo.”

Distinción de ataque
Un estudio similar dirigido por Erin Rehrig, estudiante de doctorado de MU al momento de la publicación, demostró que los ataques de las orugas y de los escarabajos soldados aumentaron el nivel de hormonas vegetales que desencadenan respuestas de defensa.

Sin embargo, las plantas respondieron más rápido y con mayor ímpetu ante los ataques de los escarabajos soldados, a diferencia de las orugas que forman mariposas, demostrando una vez más que las plantas pueden distinguir a los dos tipos de insectos.

“Entre los genes que cambian bajo los ataques de mordidas de insectos, se encuentran los genes que regulan procesos como el crecimiento de las raíces, el consumo de agua y otros procesos ecológicamente importantes que las plantas monitorean y controlan con cuidado,” explica Schultz.

“Las preguntas acerca de las consecuencias para las plantas en caso de que los insectos continúen alimentándose, servirán de base para un estudio posterior en el que se explorarán esas interacciones genéticas a un nivel más profundo.”

Fuente: Nota de prensa de la Universidad de Missouri, EUA