Chiles redescubiertos

Dicen que cuando Cristóbal Colón probó por primera vez los chiles, comentó: “Es pimienta en vainas, muy fuerte, pero no con el sabor de Levante (Este).” Con esta frase, el famoso explorador intentaba justificar ante sus patrocinadores — los Reyes Católicos de España — su segunda confusión histórica, al pretender que los chiles eran, nada menos que una variedad de pimienta negra. La primera confusión, no menos importante, fue por supuesto, la de continente.

Ambos descubrimientos, América y los chiles, están muy relacionados entre sí, y sus consecuencias marcarían el destino de generaciones y civilizaciones en formas insospechadas.

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El motivo principal de la arriesgada aventura de Colón y otros antes que él, era descubrir una nueva ruta hacia el Oriente, para tener acceso a las preciadas especias originarias de aquella parte del Planeta. Una de dichas especias, quizás la más importante entonces, era precisamente la pimienta negra.

Después de infructuosos intentos para obtener financiación entre las cortes europeas, consiguió su propósito y se embarcó hacia Poniente (Oeste), desafiando incredulidad y superstición.

Cuando por fin arribó en costas americanas, Cristóbal concluyó que había llegado a destino en tierras orientales, y en consecuencia, los chiles encontrados en esos parajes debían ser una forma de pimienta — de ahí que en la mayoría de idiomas europeos se nombrara al chile ‘pimiento’ o alguna derivación de la palabra ‘pimienta.’

Chile o pimiento, el colorido fruto comenzó a extenderse y cultivarse en todas partes del mundo.

Se cree que las variedades originales poseían frutos de colores vistosos, puntiagudos y apuntando hacia arriba en la planta. Esta era la manera en la que la Naturaleza se aseguraba de que las aves detectasen los frutos a distancia y los consumiesen, desechando luego las semillas y asegurando así la propagación natural de esta hortaliza.

La domesticación del cultivo buscó justamente lo opuesto en cuanto a su hábito de crecimiento, para ocultar los codiciados frutos de la vista de sus depredadores.

En su viaje de regreso, Cristóbal Colón se llevó consigo la “pimienta en vainas” (chiles), y la hortaliza se extendió en Europa y Asia.

El chile se aclimató tan bien a estos nuevos parajes, así como al gusto de sus pobladores, que incluso llegó a olvidarse el origen americano de la hortaliza. De hecho, en muchos lugares de África y la India se creía que el chile era originario de esas regiones.

Posteriormente, el chile regresó al continente americano por el Norte, cuando los colonizadores británicos desembarcaron en Nueva Inglaterra.

La rapidez de su expansión, a diferencia de otras hortalizas de la familia de las solanáceas americanas como el tomate y la papa, que al principio sólo se cultivaban como ornamentales, estriba en su utilización original como planta medicinal.

Uno de los grandes factores de éxito culinario del cultivo fue, y continúa siendo, su versatilidad de consumo — en fresco, en polvo y en conserva. Como ejemplo, cabe citar el famoso paprika húngaro, que no es más que chile seco molido y procesado como condimento.

Otra característica distintiva es la actual variedad de formas, colores, tamaños y sabores disponibles en el mercado. Es difícil pensar en otra hortaliza con rasgos tan diversos como el chile.

Cientos de años después de los descubrimientos de Colón, ¿creen que el emprendedor personaje realmente se confundió (de continente y de cultivo) o simplemente buscó la manera de justificar la inversión? Quien sabe, ya no queda nadie para contarlo.

 

Reho es la Editora del Grupo Horticultura de Meister Media Worldwide