Buenas prácticas agrícolas (BPA) para el cultivo de chile

chilipepperLa producción de hortalizas en zonas áridas, como es el caso de Aguascalientes, depende del riego. El uso racional del agua está condicionado por la existencia de información que permita al productor manejar eficientemente el recurso. Ello exige prestar atención, tanto a los aspectos referentes al diseño hidráulico y al equipamiento de los sistemas de riego que posibilitan ejercer un determinado control, así como a las aportaciones de agua necesarias según la etapa fenológica del cultivo.

Tecnologías para mejorar la producción y manejo integral

Considerando todo lo anterior, es de suma importancia el desarrollo y evaluación de tecnologías que permitan mejorar de forma sostenida la producción y el manejo integral del cultivo del chile, en las que se tomen en consideración los avances en materia de fertirrigación, plasticultura, control fitosanitario, prácticas agrícolas, etc., que proporcionen a los productores experiencias claras, aplicables en la mejora de los cultivos y, por ende, en su perspectivas económicas.

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Actualmente se han desarrollado nuevos conceptos de calidad que incluyen — además de las características organolépticas y físicas de los productos agrícolas comercializados — aspectos como la inocuidad del producto y su impacto en el medio ambiente y han sido denominados como Buenas Prácticas Agrícolas (BPA).
Las BPA en campo incluyen la elección adecuada del terreno y sus alrededores, la calidad del agua de riego, la aplicación de fertilizantes y plaguicidas, la higiene y sanidad del trabajador y las instalaciones sanitarias, el control de plagas y las prácticas personales, entre otras [Siller-Cepeda et al., 2002].

Es muy recomendable llevar un registro o bitácora de todas las actividades realizadas en la parcela de producción durante todo el ciclo de cultivo y tener un historial de uso del terreno para cualquier cultivo que se establezca.

Preparación del suelo

A continuación se describen las labores primarias para la producción del cultivo de chile.

• Elección de terreno de cultivo. Se recomienda utilizar terrenos donde no haya sido cultivado chile anteriormente con alguna otra solanácea (como tomate o papa, ya que están emparentados) en los últimos tres años.

Se prefieren suelos con textura arenosa o franco-arenosa, para facilitar el drenaje, y evitar en lo posible los suelos arcillosos.

Se recomienda realizar análisis de suelo de la parcela de producción y del agua que se utilizará para riego con el objetivo de conocer las propiedades físico–químicas de ambos recursos. Es conveniente consultar con expertos para la toma de muestras, la interpretación de los resultados y recibir las recomendaciones necesarias.

• Roturación de suelo (subsoleo). En caso de que el terreno posea la profundidad suficiente y que el productor tenga la certeza de que el suelo presente piso de arado y el terreno lo permita, el subsoleo se recomienda realizarlo a una profundidad de 40 a 50 cm, con el fin de disminuir la compactación del mismo ocasionada por el paso de maquinaria en cultivos anteriores, y así favorecer el drenaje.

• Barbecho o volteo. Deberá realizarse a una profundidad 30 cm con el objetivo de incorporar malezas y residuos del cultivo anterior; además permite airear el suelo. Se recomienda realizarlo con suficiente anticipación (por lo menos tres meses antes del establecimiento del cultivo) para exponer los organismos nocivos a la luz solar, al frío y a la acción de los organismos depredadores.

• Rastreo. Se deberán realizar dos pasos de rastra en forma cruzada para obtener un suelo lo más desterronado posible y así obtener una buena cama para el trasplante. El objetivo de esta actividad es evitar que los terrones y los residuos de cultivos anteriores rompan el plástico al momento de acolchar.

Si se cuenta con un rotocultivador, se recomienda dar un solo paso de rastra, y otro con este implemento, para lograr una cama más mullida para el acolchado.

• Aplicación de materia orgánica y fertilización de fondo. Se deberá realizar una zanja con un subsuelo con alas o con una reja grande de cultivadora al centro de donde quedarán los lomos de plantación [Figura 1]. Para esto se puede utilizar el ancho de la trocha del tractor como regla para marcar las líneas (1.56 metros de ancho de trocha en un tractor estándar). Así, en un frente de 100 metros de terreno habrá 64 lomos de plantación.

Figura 1. Aplicación de materia orgánica (estiércol de bovino) como fertilización de fondo.

Figura 1. Aplicación de materia orgánica (estiércol de bovino) como fertilización de fondo.

Es recomendable aplicar materia orgánica en el fondo de la zanja a razón de 20 t/ha de estiércol seco de bovino. Junto con la materia orgánica, aplicar 16 unidades de nitrógeno (N) y 40 de fósforo (P), utilizando como fuente el fertilizante comercial 18-46-00 (fosfato diamónico), que corresponde a 1.4 kg del fertilizante por cada 100 metros de zanja.

También es necesario aplicar algún insecticida granular del grupo de piretroides, en las dosis recomendadas según la etiqueta del fabricante, para el control de plagas del suelo (gallina ciega, gusano de alambre, gusano trozador, etc.).

• Bordeo. Con la acamadora se levantan lomos [Figura 2] lo más alto posible (unos 30 cm) y a una distancia entre lomos de 1.6 metros.

Figura 2. Levantamiento de lomos con la acamadora.

Figura 2. Levantamiento de lomos con la acamadora.

Densidad de plantación

Generalmente el fabricante produce los plásticos para acolchar ya perforados [Figura 3].
La distancia entre orificios para plantar debe ser de 35 centímetros entre plantas y a doble hilera en “tresbolillo,” lo que da una densidad de plantación de 36,500 plantas por hectárea (3.65 plantas/m2).

 

Figura 3. Distancias entre plantas y entre líneas con acolchado plástico previamente perforado en disposición de tresbolillo.

Figura 3. Distancias entre plantas y entre líneas con acolchado plástico previamente perforado en disposición de tresbolillo.

Tiempo de cosecha

La cosecha en el momento oportuno es muy importante. Si los frutos se cosechan fisiológicamente inmaduros, no adquieren la coloración adecuada ni el sabor típico, por lo que son de inferior calidad para el consumo. Por el contrario, de cosecharlos en avanzado estado de maduración, tendrán una corta vida de poscosecha.
En los chiles se utilizan dos indicadores físicos de cosecha — longitud o tamaño, y color; así se cortan al alcanzar el tamaño adecuado y su color característico, dependiendo del cultivar.

La cosecha se realiza en forma manual y el momento en que se realice depende del destino y del uso de la producción, ya que para consumo fresco puede efectuarse en estado verde o maduro. Es importante considerar también el ciclo de vida del cultivar seleccionado para la producción de chiles.

Se requiere de cuidado en la cosecha y el manejo posterior para conservar la calidad subsecuente del chile. Una cosecha deficiente y un mal manejo afectan en forma directa la calidad del producto en el mercado de destino.

En el momento de la cosecha, es importante cuidar que los frutos no sean dañados por las herramientas ni uñas de los trabajadores. También es importante evitar la exposición directa al sol, por lo que se deben retirar del campo los frutos cosechados con la mayor rapidez y colocarlos en un lugar sombreado. Generalmente se realizan de cuatro a cinco cortes [CENADA, 2001].

 

 

Fuente: Extracto del “Paquete tecnológico para el cultivo de chile” del Centro de Ciencias Agropecuarias, Departamento de Fitotecnia, Cuerpo Académico en Producción Vegetal, por Fernando Ramos Gourcy, Mario A. López Gutiérrez, Juan A. Aguilar Rubalcava, Jesús M. Fuantos Mendoza, Alberto Margarito García Munguía, Otilio Vázquez Martínez, Ma. Magdalena Ramírez Gómez y Laura E. Pérez Cabrera.